Un artículo de Mercado Social Aragón

El feminismo, los feminismos, están más vivos que nunca porque son tan necesarios como siempre. Y porque las conquistas realizadas están permitiendo que las mujeres podamos no solo acceder a un mundo laboral organizado por y para los hombres, sino cambiar ese modelo económico que se ha construido sobre nuestro constante trabajo silenciado. Aunque la legislación de nuestro país reconoce en cierta medida algunos de esos derechos, la realidad es que se sigue ejerciendo la violencia sobre nosotras de manera física y psicológica en el entorno laboral, social y familiar. Por eso salimos a la calle el pasado 8 de marzo, pero también para pedir el reconocimiento de una economía que va más allá de la producción de dinero y que sostiene las formas de vida. Una economía de los cuidados que el patriarcado desoye, pero sobre la que sustenta todo su poder.


No es suficiente gritar tan solo un día al año, el movimiento se demuestra andando continuamente. Como dice Amaia Pérez Orozco, economista feminista,

«hay que crear pensamiento que se alimente de las políticas que vamos poniendo en marcha minuto a minuto».

Eso hacen, desde distintos ámbitos y realidades económicas, la editorial Maime Mujer o el colectivo Lannas, por poner algunos ejemplos; y desde la Economía Social y Solidaria (ESS), entidades como Desmontando a la PiliPandora Mirabilia, Equipare, Píkara Magazine, entre otras. Todas ellas trabajan de forma activista y explícita sobre un pensamiento que devuelva a las mujeres la autonomía, la palabra, la decisión y el disfrute de sus cuerpos. Cuerpos libres que abracen mentes libres…

Pero podríamos decir que hay otras formas de ser feminista, en algunas ocasiones casi inconscientes, en otras en absoluto; otras formas de estar en el mundo ejerciendo el feminismo. Una de ellas es el ¿simple? hecho de embarcarse en un proyecto empresarial. Hablamos de una generación de mujeres para quienes su incorporación al mundo laboral es un terreno conquistado sobre el que han nacido y crecido, y su horizonte lo constituye ser parte activa de la economía, transformándola hacia este nuevo modelo. En la ESS, ser mujer emprendedora es una cuestión política. El modelo económico por el que trabaja no es el del Homo oeconomicus, basado en la productividad y en cubrir las necesidades materiales, sino que está desarrollando un modelo que pone la vida en el centro y contempla otro tipo de necesidades. Por un lado las fisiológicas, y por otro, de forma más subjetiva pero no menos prioritaria, las necesidades de afectos, cuidados y vínculos sociales, que también forman parten de la economía. Como dice Daniela Osorio (de la Xarxa d´Economia Solidaria de Catalunya),

Foto: Resón Comunicación

«acostumbradas a la racionalización de la política y su estrabismo androcéntrico, poner en el centro los afectos se vuelve una cuestión revolucionaria».

Y esta revolución de los afectos es lo que marca radicalmente la diferencia entre la economía solidaria y feminista, y la patriarcal y capitalista: «un sistema humano, que esté primero por la vida, que cuide a su población, que no plantee diferencias ni desigualdades por ninguno de los ejes que existen, sistema de reciprocidades, de afectos…», nos dice otra economista feminista de referencia, Cristina Carrasco.

En el Mercado Social, las mujeres ejercen el feminismo en el día a día, en ese minuto a minuto, y los afectos son la base de su trabajo.

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